La tradición de pintar las casas con colores vivos en los pueblos obreros y de pescadores se remonta a los siglos pasados cuando, estas comunidades, estaban estrechamente ligadas al comercio marítimo.
Los habitantes de estos barrios, buscando embellecer sus modestas viviendas y agregar un toque de color a sus vidas, comenzaron a pintar las fachadas con las pinturas que tenían a su disposición. Aunque al principio, esto se hacía por necesidad más que por elección estética pues se buscaba reconocer sus casas viviendas o predios desde la llegada de los barcos. Y el resultado fue un paisaje urbano lleno de vitalidad y encanto con casas y barcas de colores.
La zona de Caminito, en Buenos Aires, es quizás uno de los ejemplos más emblemáticos de esta tradición. Originalmente un barrio de inmigrantes italianos, muchos de ellos genoveses, La Boca se desarrolló cerca del puerto y se caracterizó por sus conventillos, viviendas colectivas de madera y láminas.
Los inmigrantes que llegaron a La Boca trabajaban principalmente en el puerto y en los astilleros, lugares donde la pintura para barcos era común. Al no poder permitirse comprar pintura nueva para sus hogares, utilizaban las sobras de pintura marina. Esto resultó en una variedad de colores que, al principio, se veía como una curiosidad, pero que con el tiempo se transformó en una marca de identidad cultural del barrio.
Con el tiempo, lo que comenzó como una solución pragmática se convirtió en una característica distintiva y deseada de estos barrios. La singularidad y el encanto de las casas multicolores atrajeron la atención de artistas, turistas y urbanistas. Hoy en día, La Boca es un destino turístico imperdible.
En España, en el límite geográfico de la provincia de Pontevedra, se esconde un pequeño tesoro marinero que limita al sur con el río Miño y Portugal, poniendo punto y final a las Rías Baixas: A Guarda, Galicia.
Esta ciudad marinera es mucho más que un punto en el mapa. Recorrer sus calles nos transporta a otra vida gracias al inconfundible olor a algas y sal, a los colores que evocan el mar y a los rincones escondidos que atesoran múltiples encantos.
Decenas de casas de colores inundan las costas bajo la misma lógica: identificación y terruño. Casas y barcos de colores son distintivos de esta zona maravillosamente turística llena de espacios gastronómicos de primer nivel donde destacan restaurantes finos y cafés con los mejores servicios.
Italia, con su rica tradición marítima, ofrece varios ejemplos de pueblos costeros donde las casas están pintadas de colores vivos. Cinque Terre, una región compuesta por cinco pequeños pueblos en la costa de Liguria, es un ejemplo perfecto. Las casas en Cinque Terre están pintadas en tonos brillantes de amarillo, rosa, rojo y azul, creando un paisaje colorido que contrasta maravillosamente con el mar azul profundo y las verdes colinas.
Otra joya italiana es Burano, una pequeña isla en la laguna de Venecia, famosa por sus casas pintadas de colores vivos. La tradición aquí dicta que, si alguien desea pintar su casa, debe enviar una solicitud al gobierno que responderá indicando qué colores están permitidos. Este control estricto ha asegurado que Burano mantenga su apariencia pintoresca y organizada, convirtiéndola en un destino turístico muy popular.
Hoy en día, estas coloridas comunidades son parte integral del patrimonio cultural y arquitectónico de muchas ciudades alrededor del mundo. El legado de los pueblos obreros y de pescadores se mantiene vivo en las calles pintorescas y vibrantes que cuentan historias de lucha, creatividad y comunidad.