Los días soleados nos cargan de buena vibra, nos inyectan alegría y, a menos que sea un día de un calorón insoportable, nos predisponen de buena manera. Observemos entonces el cielo azul y esperemos, que la primavera, nos eche la mano.
La llegada de la primavera, en el mes de marzo, nos indica que la tierra se acomodó para que el sol provoque días más largos en el hemisferio norte. En México, el equinoccio de primavera es fundamental para celebrar la llegada de esta parte del año. Sin embargo, el equinoccio de otoño, del 21 de junio, donde el sol vuelve a alinearse con el Ecuador, pasa totalmente desapercibido.
Hormonas, enzimas, fertilidad y hasta la producción de vitamina D, están relacionadas con la luz solar. Pero cargarse de energía es otra cosa y tiene que ver con nuestra percepción personal.
Por lo pronto la revista “Ciencia UNAM“ nos explica qué ocurre con la energía solar en el año y en cualquier lugar:
“…se ha comprobado científicamente que la energía solar durante los equinoccios es la misma que se registra en cualquier día del año…”
Tal vez esta fecha sea una excelente ocasión para visitar una zona arqueológica, si es que las visitas estén abiertas este día. Los antiguos mexicanos consideraban la influencia del sol para las construcciones dado que, los cambios en las sombras y horas del día, se tenían en cuenta para la organización de la siembra y la cosecha.
La lista de zonas es muy amplia y no hay una “mejor que las otras”, pero rápidamente podríamos mencionar a Chichén Itzá, Teotihuacán, Monte Albán, Palenque o El Tajín como algunas de las más requeridas.
Chichén Itzá es el sitio más visitado en el equinoccio de primavera, y el más difundido, en cuanto a sus experiencias. En la página de la revista “Ciencia UNAM” se hace una explicación somera del efecto de Quetzalcóatl, en la pirámide conocida como El castillo:
“Con la llegada del atardecer, el Astro Rey proyecta su sombra y forma en el barandal de una de las escalinatas del castillo, una serie de rombos que simulan el cuerpo de una serpiente cuya cabeza hecha de piedra se encuentra al pie de la escalinata.”
La experiencia de observar este fenómeno en vivo ha sido una atracción por años, y ha sido aprovechado también por quienes proponen una suma de energía, limpias y buenas vibras.
En Jalisco, destaca la zona arqueológica de Guachimontones, ubicada a un kilómetro al noreste del pueblo de Teuchitlán. En este lugar se encuentra “una forma arquitectónica única jamás vista antes en las culturas mesoamericanas”, una serie de pirámides de base circular, únicas en el país. La más grande tiene 115 metros de diámetro y 10 metros de altura, con 13 escalones concéntricos. Se sabe que existe un “Guachimontón” aún más grande, pero todavía no ha sido explorado. También hay un centro interpretativo, donde se realizan conferencias y eventos.
En Puerto Vallarta, donde la insolación sigue siendo intensa en este mes de marzo, se habilitaba el montículo ubicado en la delegación de Ixtapa. A su alrededor, se desarrollaban actividades que incluían charlas, danzas, ceremonias y se instalaban algunos puestos de venta. Este marzo atravesará el equinoccio como lo ha hecho en los últimos años, escondido en el olvido.
Lo importante será aprovechar este tiempo primaveral para acercarnos a quienes más queremos y convivir, de la mejor manera, buscando ser seres positivos con una función útil en el esquema tierra-entorno en el que nos tocó vivir.